no permitas que deje de arder mientras quede frío en esa piel y sus lágrimas silentes se pierdan en el mar que mi llanto navegue junto a ellas no permitas, nunca, que se cansen sus brazos que sostienen el pesar de mil instantes con caricias de brisa dulce y entregada en el silencio quieto de la tarde no permitas que no pueda sostener su arrojo tan humilde como poderoso su ejemplo de belleza escondida de glaucas olas que se apagan en la orilla de belleza frágil e inmortal tan imposible como injusta no permitas que yo que apenas tengo esta rabia derrotada el suspiro de mi estupidez no permitas que esta leve miseria mía no ayude a sostener su dulce mano cuando tiemble cuando el mezquino destino de este cosmos haga temblar su ser no permitas que deje de arder
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